Por Eugenio Sangregorio. El diputado nacional Ítalo Argentino (USEI) advierte la necesidad de “mentalizarse que lo productivo y la generación de riqueza es lo que nos permitirá superar esta situación”.
Hace décadas que la Argentina está buscando el camino que la lleve al desarrollo. La realidad es que muy poco se ha logrado, más bien estos últimos años han marcado un grave deterioro, con índices económicos malos de un país pobre.
Ante esto, urge cambiar y poner a la Argentina otra vez de pie, pero también a la sociedad en su conjunto, y esto es a todo el pueblo, no sólo a un sector. A mentalizarse que lo productivo, la generación de riqueza, el trabajo, y en especial el trabajo con valor agregado, es lo que nos permitirá superar esta situación. O sea, sólo aplicar el sentido común que nos está indicando que así los resultados han sido muy malos, y que para cambiarlos se necesita efectuar un giro de 180 grados. Comenzar una etapa de desarrollo.
La crisis nacional de 1890
Podemos usar el pasado mundial y el de nuestro país para ver cuándo se han dado casos de desarrollo exitosos, viniendo de situaciones muy complejas. En el caso argentino, nos podemos remitir a 1890. Entonces, el país se encontraba en bancarrota, no pudiendo afrontar sus compromisos externos. Y de esta situación de quiebra, en 20 años nos convertimos en la séptima potencia mundial, acumulando reservas y oro, al punto que el peso argentino era una de las pocas monedas que se podía convertir por oro.
Hoy en día parece ciencia ficción, pero en ese entonces pensaban lo mismo los argentinos de 1890 y en dos décadas tenían un país muy diferente y pujante. ¿Qué provocó ese gran cambio en la Argentina? Por un lado, la inmigración europea de alta calidad que vino a instalarse al país. Y por el otro, una política de exportaciones agresivas, necesarias para acumular reservas y pagar las deudas acumuladas que se habían dejado de honrar.
Para poder tener políticas exportadoras consistentes, se debían hacer grandes obras de infraestructura y algo de eso comenzó con los ferrocarriles, el puerto y otras obras; todo relacionado con el potencial exportador. Era una política concreta avalada por la sociedad en su conjunto. De ahí, el éxito de esos años: las inversiones externas empezaron a llegar, en especial para todo aquello destinado a la exportación. El crecimiento de esos años fue increíble; de la bancarrota a una potencia mundial donde todos querían invertir.
El ejemplo de China
Otro caso más actual, pero a nivel mundial, es el de la República Popular China. Una nación sumergida en la pobreza durante casi todo el siglo XX, que a fines de los ‘70 decidió hacer un giro profundo en su devenir económico, y se abrió al capitalismo en lo económico. Después de 40 años, es la segunda potencia mundial, próxima a ser la primera. Además, se destaca como el primer exportador mundial desde hace largo tiempo. Un país gigante en cantidad de gente se convirtió en un país desarrollado tecnológicamente, pujante, con millones de ricos entre sus ciudadanos y con una clase media ya estimada en 250 millones de personas.
Se puede decir un verdadero éxito. Muchos cuestionarán este éxito, porque es una sociedad no democrática, manejada por el Partido Comunista Chino. La realidad es que se han desarrollado, hoy compiten con cualquier país en tecnología, y esto lo han logrado por su inserción exportadora muy agresiva a nivel mundial.
En este caso, también podemos observar que el crecimiento llegó de la mano de las exportaciones y la acumulación de riquezas provenientes del superávit comercial. Como una primera conclusión, sin dudas el cambio al desarrollo debe pasar por una política agresiva exportadora que acumule reservas y de ahí al desarrollo.
Esta transformación china, que puede calificarse de asombrosa, es una “Política de Estado”. El sentido común les marcó que, sin esta Política de Estado, el desarrollo no iba a ser posible y solo serían buenos momentos, ya que el consumo interno es muy importante.